La ermita de Santo Domingo de Almudévar, originaria de la época medieval, ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de su historia, destacando su destrucción durante la Guerra Civil y las posteriores reconstrucciones. La última intervención, realizada en 1981, introdujo problemas estructurales, lo que llevó a una nueva reconstrucción utilizando pórticos prefabricados de hormigón. Sin embargo, la construcción del embalse de Almudévar provocó la necesidad de trasladar la ermita a una nueva ubicación para evitar que quedara inundada.
El nuevo diseño del edificio debió mantener el muro medieval y respetar la superficie original de la ermita, diferenciando dos espacios: uno para el culto y otro para el ocio, con accesos independientes. Además, se utilizaron proporciones geométricas como la raíz cuadrada de dos para el espacio de culto y el número de oro para el de ocio.
El proyecto destaca por la integración del muro medieval, que se enmarca entre muros de hormigón blanco, y la reorientación del altar hacia el este, devolviendo la simbología original. La estructura de la cubierta se realizó con madera, y la cubierta se diseñó con chapas de zinc para resaltar el carácter contemporáneo del edificio. El resultado final simboliza la interacción entre opuestos, como el ocio y el culto, el fuego y la luz, lo humano y lo divino.
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